Don Emilio Yáñez Gago,
varón de pro, de valía,
ejemplo vivo de hombría
para la familia Amigo.
Para agradecer sus rimas,
-sus rimas que es mi sospecha-
escritas en carne viva,
y con el cariño hechas,
elogiosas, encarnadas,
de ese Emilio, su tocayo,
abuelo del alma mía,
de mi padre, de mis tías
Agustina y Angelines...
¿Cómo correspondería?
Señor, ¿cómo lo diría?
Me hallo ante un dilema
de dificil intendencia...
¿Qué hago, Señor, qué hago?
¡Dígamelo usted, Señor!
¡Dígamelo, por favor!
Si hallase en un momento,
como bardo competente,
voces libres de lamentos,
risa silente, alegría,
líquido puro al sediento,
dulce licor de ambrosía,
versos, coronas de flores,
agua limpia, plata pura...
Así, correspondería
poniendo alma en las estrofas,
con vino, risas, alegría,
hilvanando sin temores
el recuerdo de los muertos
al cariño de usted vivo
en versos como loores.
Si, para usted, don Emilio...
Don Emilio Yáñez Gago,
varón de pro, de valía,
ejemplo vivo de hombría
para la familia Amigo.
Pero ¡quiá! no puede ser...
¡Que no valgo, que no sé!
De todos modos, Señor,
don Emilio Yáñez Gago,
aunque lo mío no es esto,
lo reconozco sincero,
si quiero poner un pero:
de chistera, como un mago,
extraeré frutos, licores,
para agasajar sus versos.
Para mi será un gran honor
intentarlo cuando menos
dándole gracias en versos.
En nombre de sus amigos,
mis familiares difuntos,
yo, portavoz de ultratumba,
en nombre de todos ellos,
de los cuatro amigos muertos,
que estremecieron sus huesos
sepultados por olvido
herrumbroso que los tapa;
en nombre de todos ellos:
de mis tías, de mi padre,
y el de mi propio abuelo:
¡muchísimas gracias, Señor!
Mil gracias por su recuerdo,
en encarnadas palabras
completamente repleto,
don Emilio Yáñez Gago,
hombre de pro, de valía,
ejemplo vivo de hombría
para la familia Amigo.
varón de pro, de valía,
ejemplo vivo de hombría
para la familia Amigo.
Para agradecer sus rimas,
-sus rimas que es mi sospecha-
escritas en carne viva,
y con el cariño hechas,
elogiosas, encarnadas,
de ese Emilio, su tocayo,
abuelo del alma mía,
de mi padre, de mis tías
Agustina y Angelines...
¿Cómo correspondería?
Señor, ¿cómo lo diría?
Me hallo ante un dilema
de dificil intendencia...
¿Qué hago, Señor, qué hago?
¡Dígamelo usted, Señor!
¡Dígamelo, por favor!
Si hallase en un momento,
como bardo competente,
voces libres de lamentos,
risa silente, alegría,
líquido puro al sediento,
dulce licor de ambrosía,
versos, coronas de flores,
agua limpia, plata pura...
Así, correspondería
poniendo alma en las estrofas,
con vino, risas, alegría,
hilvanando sin temores
el recuerdo de los muertos
al cariño de usted vivo
en versos como loores.
Si, para usted, don Emilio...
Don Emilio Yáñez Gago,
varón de pro, de valía,
ejemplo vivo de hombría
para la familia Amigo.
Pero ¡quiá! no puede ser...
¡Que no valgo, que no sé!
De todos modos, Señor,
don Emilio Yáñez Gago,
aunque lo mío no es esto,
lo reconozco sincero,
si quiero poner un pero:
de chistera, como un mago,
extraeré frutos, licores,
para agasajar sus versos.
Para mi será un gran honor
intentarlo cuando menos
dándole gracias en versos.
En nombre de sus amigos,
mis familiares difuntos,
yo, portavoz de ultratumba,
en nombre de todos ellos,
de los cuatro amigos muertos,
que estremecieron sus huesos
sepultados por olvido
herrumbroso que los tapa;
en nombre de todos ellos:
de mis tías, de mi padre,
y el de mi propio abuelo:
¡muchísimas gracias, Señor!
Mil gracias por su recuerdo,
en encarnadas palabras
completamente repleto,
don Emilio Yáñez Gago,
hombre de pro, de valía,
ejemplo vivo de hombría
para la familia Amigo.
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