miércoles, 31 de agosto de 2011

José Mª Amigo Zamorano: Maderas viejas en barco a la deriva (reseña)


Novela: Los lagartos de la quebrada 
Autor: Antonio Tejedor
Editorial: Mira Editores
Colección: Sueños de Tinta
Lugar: Zaragoza,  octubre de 2010

Cuando terminamos de leerla aun los recuerdos se prolongaban como una estela: aquel niño que por la mañana nos anunciaba la muerte de Carrero en Azcoitia, pueblo vasco del Valle del Urola, la Guardia Civil, el viaje por carretera hasta Zamora y la cinta de casete desternillante que oimos sobre ese atentado...

Con el telón de fondo de los postreros años del franquismo y ambientada en un pueblo de Castilla, Vinoria del Arroyo (nombre inventado tras el que  parece esconderse Fuentespreadas, su pueblo natal y el nuestro, del que ha tomado algunos rasgos del paisaje) la acción de la novela pendula entre ese pueblo imaginario y París de la Francia donde acude el personale principal, Adrián, indagando acerca del asesinato de un pariente. La novela concluye con la muerte del padre del protagonista y del dictador Francisno Franco en el año de 1975.

Todo ello da pie a Antonio Tejedor para hacerse un recorrido de su toma de conciencia política y hacernos un recordatorio de esos momentos históricos: las últimas boqueadas de la dictadura del general felón; al tiempo que muestra las costumbres e idiosincrasia del pueblo de Vinoria que quiere ser símbolo de los pueblos de Castilla pero que se deja arrastrar de manera irresistible por su pueblo, el real: Fuentespreadas, en la comarca de Tierra del Vino, provincia de Zamora. Y no por casualidad las bodegas toman parte en la acción; hasta el nombre, Vinoria, responde a esa imantación. 

Algunas de las cosas que cita nos suenan a crujido 'de maderas viejas en barco a la deriva': los barrizales que eran las calles en invierno y primavera pues esos barros han desaparecido; la fiesta del 1º de Mayo (fiesta pagana en la que los quintos ponían en la plaza una gran viga); otra fiesta, la Corrida del Gallo (*) (denominada así porque se colocaba un gallo en una cuerda que unía dos postes); todo ello, repetimos,  rechinar de 'maderas viejas de un barco a la deriva' porque se van acabando, si no se han acabado ya: apenas vienen niños al mundo que mantengan vivas esas tradiciones; el juego de la pelota, ya casi desaparecido tras la irrupción del fútbol y que el autor constata cuando describe la iglesia: 'A los pìes el juego de la pelota ya en desuso... Mas allá el arroyo y las eras'. Un personajes de la novela es el cura de la religión católica, apostólica y romana, don José (con este nombre estuvo de parroco en Fuentespreadas un cura) lo que sirve al autor para mostrar, a las claras, su crítica a esa iglesia por sus posiciones de defensa de  la sangrienta dictadura franquista y de la matanza que significó la guerra del 36-39; amen de pormenorizar otras contradicciones de esa iglesia en otros terrenos; ¡ah, la iglesia católica, apostólica y romana!, otra 'madera vieja en barco a la deriva', sin negarle influencia en la sociedad, que la tiene, pero menor que en años de la dictadura.

Escrito en primera persona (recuerdos del personaje) y salpimentada de diálogos directos, chispeantes, políticamente incorrectos y comparaciomnes rotundas como la que aparece como título de esta reseña; y bien traídas, siguiendo la lección Don Quijote a Sancho sobre la idoneidad de algunos refranes que saca a colación y que Antonio recuerda. Todo ello indica el buen hacer literario, la práctica de la escritura de muchas horas ante las cuartillas. Maestria que demuestra al conseguir, como consigue, que la atención se mantenga incólume durante más de trescientas páginas; es un logro del que hay que dejar constancia escrita. 

Algunas pegas (pocas) tenemos que poner para que se vean las caras de la moneda. Así se equilibra la reseña para que no pesen tanto los elogios. Y es que hasta el mejor escribiente deja angún borrón. O como nos decía el poeta euskaldun Felipe Juaristi: 

-'Ser genial siempre es muy aburrido'. 

Aparte de que la crítica cordial, amiga, sincera, siempre enriquece. O así debería ser. 

Veamos algunas de esas reconvenciones: 
: Y aunque a uno le guste, notamos un, quizás, excesivo diálogo de bodega; : Debería de tener mas acción; : Góngora... ¿eso de recoger  hierbas que otro tiraba no fue Calderón?... y : el olvido del 27 de septiembre de 1975, últimos asesinatos del franquismo y la acción del FRAP

El FRAP distribuyó en la primavera de 1973 un escrito por esos pueblos, entre ellos Fuentespreadas. Un pasquín sin firma porque los militantes antifascistas campesinos, que la redactaron junto al FRAP, decidieron que no llevara firma. 

Por entonces nos contaron gente de Fuentespreadas, asombrados, que nunca habían visto tantas estrellas en los uniformes, tantos entorchados, en guardias civiles, preguntando, nerviosos, acerca de quien podría haber sembrado esos papeles. Luego sucedieron en la capital acontecimientos memorables, en la sede de los sindicatos  fascistas abarrotados de labradores, que llevó a la detención de trabajadores del campo, entre ellos al que después sería dirigente de la Unión de Campesinos. Detenidos que, por la misma determinación de la gente concentrada, fueron liberados.

Pero estas mínimas objeciones se entoñan ante los entrañables recuerdos del pasado que la novela 'Los lagartos de la quebrada', redactada por el amigo Antonio Tejedor, nos ha hecho revivir. Por ejemplo y lo recordábamos al comienzo: un alumno nos contó, por la mañana, nada mas entrar en clase, que acababan de matar a Carrero Blanco un 'enemigo del pueblo vasco'. Y por la noche el comandante del puesto de la Guardia Civil, que paseaba de paisano con otro guardia, nos saludó:

-Buenas noches, don José Mª. 

Hacía pocos días que nos habían retenido e interrogado en el cuartelillo, afortunadamente para nosotros sin pasar a mas.

-¡No te jode -exclamé para mi mismo- lo amable que está este cabrón!

Y luego, al día siguiente, marchamos de vacaciones a Zamora temiendo los controles de la policía y el ejército. Y, como nuestro amigo recuerda en la novela, no había nadie por las carreteras. Ni policía, ni ejército, ni... casi tráfico. Debían de estar concentrados, todos, en los cuarteles. Acojonados. Y mirando a las ciudades de donde podría venirle alguna rebeldía seria. 

Acudiendo a nuestra memoria -con esto terminamos esta reseña salida de madre- un diálogo humorístico sobre el atentado de Carrero (la cinta donde estaba grabado se nos perdió) de unos cómicos latinoamericanos (si el recuerdo no nos falla) que empezaba mas o menos así: "El policía que iba delante se creyó que era un platillo volante y el jesuita que le había dado la comunión dijo: 'le ha dado una hostia tan fenomenal que se ha marchado por encima de la catedral' ". Mas o menos.

Nos quedaría por tratar de eso que la propaganda del libro dice: sobre los vencedores vencidos. A lo mejor lo tratamos en otra ocasión. Aunque si que a nosotros, en Fuentespreadas, uno de esos vencedores, un obrero, pobre hasta las cachas, nos dijo un día que, a él, lo llevaron, a esa guerra, a defender las tierras de otros.

Bueno, amigo Antonio, sigue creando obras. Tienes madera de artista. Y estás en tierra de artistas. Labordeta siempre presente. Tu nos hablaste de él. No se nos olvida.
__________
Foto: Antonio Tejedor, auttor de la obra

___________ 
(*) En el anterior post se halla la descripción que el autor de la novela hace de esta fiesta

Antonio Tejedor: Fiesta del Gallo en Vinoria del Arroyo (*) (1)


"Dos días mas tarde, fiesta de San Esteban, celebrábamos la fiesta del Gallo. El día grande para los quintos. A partir de ahí se acababan las disculpas. El hombre he de cumplir como tal, en el tajo y en el amor. Eso se espera de él, que trabaje y forme una familia.

Por la mañana fuimos los tres con los caballos. Unas carreras suaves para desfogarlos, que soltaran las piernas y perdieran el miedo a estar entre la gente. Paramos en la plaza, a tomar un vaso de vino. Todos nos saludaban con una efusión que solo en tales fechas se muestra. Acaba doliendo la espalda de tanta palmada de ánimo, de tanta enhorabuena. Mi padre andaba por allí, con los amigos. Me dio un abrazo que por poco me parte en dos. ¡Ni que el quinto fuera él! Sucede con todos los padres. El orgullo de criar y tener ya a un hombre en casa. No sé quienes disfrutan más, si ellos o nosotros. 

Después de comer enjaezamos el caballo. Limpio y adornado como una novia, flores rojas en las anteojeras, la crin peinada en tirabuzones, la cola en una trenza con el realce de las cintas de colores. Con cada aderezo, una caricia, un susurro de tranquilidad. En este aspecto, no había problema, Jaen se dejaba dominar con facilidad, lo había montado muchas veces.Mi voz y una palmada eraqn suficientes para dejarlo calmo como una noche de verano. Mi padre apareció con la montura que fue del tío Pascual.  Noté una pequeña sacudida en el cuerpo, un extraño. No sabía qué hacer. Los titubeos duraron los segundos que cruzamos la mirada.

-Le prometí a tu abuelo que la llevarías este día.

-Murió antes de mi nacimiento.

-Ya lo sé, Adrián. 'El Gallo' del primer hijo, esa promesa me arrancó.

Suspiré con fuerza. Ante el recuerdo de los muertos, los vivos reculan. Un muro insalvable. La negativa significa una falta de respeto que nadie entendería. Mamá, menos. Desairarla es lo último que podía ocurrírseme en esta celebración. Ella también, a su forma (menos estentórea, por supuesto) se sentía orgullosa de que su hijo corriera el Gallo. Para ella iba a ser lo mejor del reparto, ese corazón que encierra todos los amores más allá de la tradición. Se lo merecía.

Los once quintos nos reunimos en la plaza, a esas horas llena de gente. La tarde se había quedado sin nubes y el soplo suave del viento dejaba los cuerpos ateridos. Los más viejos buscaban la solana y golpeban el suelo, que los pies entraran en calor. Los caballos se movían inquietos. Cuando la música rompió el primer pasodoble hubo que sujetar a mas de uno de las bridas.  Sobre ellos cabalgábamos, vestidos con trajes militares y vitoreados como héroes. Los reyes del mundo por un día. Protagonistas principales de una fiesta cuyo origen se pierde en la historia. Once pavos reales sobre omce caballos. Vinoria a nuestros pies, allá abajo. tan distante.

En la explanada de la fuente había clavado dos postes, uno a cada lado del camino que enfoca hacia La Nava. De uno a otro la soga. El gallo colgado boca abajo. De vez en cuando se encrespaba en un intento vano de huida. El gallo culpable de todos los amlres. Un saco de infamias iba a caer sobre él y por ello sería ajusticiado. De paso, quedábamos liberados de los delitos y pecados cometidos. El hombre, limpio, a la espera.

Bajo ese gallo echábamos 'la relación': un rosario de estrofas que buscaban adaptarse a las vicisitudes de la biografía grotesca del quinto, de sus familiares y amigos, envueltos en una buena dosis de ironía y humor a raudales.

Mateo declamó la mas divertida. Sus gestos y ademanes teatrales mostraban un actor de primera fila que la voz cantarina, pero poderosa de inflexión, no logró desmerecer. Los aplaussos con que la gente coreó algunas de las quintillas elevaron la temperatura ambiente hasta olvidarnos de la tiritera. ¡Cómo retorcía el cuerpo cuando ironizaba sobre el quiebro que le di al toro antes de caer en la cueva! No dejó títere con cabeza en el pueblo. Descartadas las alusiones políticas, hasta el cura apareció en algunas estrofas. irreconocible sin sotana.

El cuerpo del gallo se repartía simbólicamente al final de la relación. Para la madree una exigencia de la tradición y del cariño, el corazón. El resto de los despojos buscaba la chanza sin pretensión de sangre. Para El Tano, por ejemplo, le regalé el pico, que lo siguiera afilando cada día. Quedaba un último reparto. Los tres lo cantamos al unísono, como un homenaje.

-Las alas, para Poncio; que cuando se nos vaya, la sombra de su vuelo no abandone estos campos ni a estos amigos.

Había escuchado nuestras relaciones desde el coche de Roque el Poyo, empaquetado bajo una manta. La negativa de don Jacinto a que saliera de casa la rebatió con las palabras llanas y directas de siempre.

-Me quedan dos días de vida, doctor. No me sea cabrón.

Le emocionó nuestra dedicatoria. Su última alegría. Los aplausos de todos arrancaron lágrimas de unos ojos que yo creía secos. Aun tuvo fuerzas para sacar un brazo por la ventanilla u saludar. Roque, entonces, se lo llevó.

La fiesta continuó hasta bien entrada la madrugada. Ni el frío primero, ni luego la niebla llorona que invadió Vinoria a traición, sin previo aviso, lograron amortiguarla. Una fiesta que siempre me llegado al alma. Una jornada participativa en la que la gente de alguna manera se siente como un miembro mas de la quintada y donde los escozores y sarcasmos que de vez en cuando se descuelgan de las relaciones son asmiladas sin el acíbar del rencor, como una broma -a veces, pesada- que no va más allá del humor que exige el acto. Al término de la corrida del Gallo acuden al refresco, Para entonces, entre trago de vino blanco, algún chascarrillo y los dulces caseros, han olvidado la pequeña afrenta. Luego, el baile, la cena de los quintos. Un día para enmarcar."

 __________
(*)
Texto extraido de las páginas de la novela de Antonio Tejedor 'Los lagartos de la quebrada' (2), páginas 291/292/293. Lo hemos puesto sin su permiso, si nos pide que lo quitemos, lo haremos enseguida.

(1)
Título nuestro

(2)
Novela: Los lagartos de la quebrada
Autor. Antonio Tejedor
Editorial: Mira Editores
Fecha: octubre de 2010
Lugar: Zaragoza
__________
Foto: El autor, Antonio Tejedor

viernes, 5 de agosto de 2011

Relación tercera para Pedro. Fiesta del Gallo 1945 (*) (1)


Gallo que en mi muladar
cantabas el otro día,
despídete de tu tía
que poco vas a durar.


Da recuerdos a Gregorio
que si piensa casarse
no vaya a hacer un bodrio,
pues partiendo de su clase
muy bien se siente un Tenorio
sin fijarse en lo que hace.


Sabes que soy un cualquiera,
pues no dudes que mi historia
dejará al mundo memoria
por gallardo y calavera.


A quien quise, provoqué;
con quien quise, me batí;
a las mujeres busqué
y siempre solo me vi,
pues nunca jamás probé
el querer de una gachí.


Un consejo voy a darte
por si lo quieres tomar
y piensa que de aconsejarte
es que no te quiero mal.


A por novia fui a Motril
porque en Motril hay mujeres
hermosa como un abril
que te darán sus quereres.


Si no mira a Rafael,
que consiguió mujer bella
y gozó luna de miel
porque a Motril fue a por ella.


Gallo de mil colorines,
ya nadie se llama a engaño,
tu fuiste el de los pasquines
que aparecieron antaño.


Nadie de ti creería
que un caballero de España
su prestigio perdería
con tal incivil patraña.


Que el ostentar pundonor
exige mas altos fines
y de España en los confines
lo primero es el honor.


Yo que romántico soy
y centro del amor emporio,
huérfano de amor estoy,
no merezco ser Tenorio.


Tu que parlas mas que un loro
le digiste a la Gregoria
que por las calles del oro
doy mas vueltas que una noria.


Poco vale mi porfía,
pues la niña se amostaza
por consejos de su tía
y me dio unas calabazas...


Tu viste a don Nicanor,
que haciendo a su gusto ley
iba a tocar el tambor
a la alameda del rey.


Y harto de tu gansada...
¿cuándo voy a ver el fin?
hoy le pido a Serafín,
de cuando fue rey, la espada


para batirme contigo
y matándote, traidor,
quedará el mundo mejor
libre de tal enemigo.

(*) Poeta, bardo, vate o coplero: Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1945
(1) Relación proporcionada por el profesor Angel Parriego y su amable esposa María Jesús.

Faustino Parriego: (*): Ser o no ser (1)


Busco el ser en mi ser y de mi huyo,
hundido en el vacío me deshago;
luego miro hacia arriba y me rehago
porque Dios no me mengúe en lo que es suyo.

Es el alma en el cuerpo y no se toca,
en la acción o inacción hace o deshace.
Se llama voluntad cuando le place
y es resorte en el ser que a ser provoca.

Yo, buscando la forma me entretuve,
de hacer ser en el ser, que es lo mas cuerdo
y en tales conclusiones me mantuve;

que si no fui en mi ser, es que fui lerdo
y aquí viviendo poca vida tuve,
si no vivo después de que esté muerto.

(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1974
(1) Poema proporcionado por el profesor Angel Parriego y su esposa Mª Jesús Orejón

Faustino Parriego: (*): Consejo a los mayores




Mientras se ha de preparar
mi mujer saya y toquilla,
yo busco a quien arrendar
por tres meses la moquilla.

El invierno traicionero
se mete por el atajo
y nos va a costar trabajo
subir la cuesta de enero.

Ya empiezan a dar la matraca
los achises al compás,
con esputos sin parar
y la tos como carraca.

A los viejos voy a dar
un consejo muy loable,
que es facilmente aplicable
y lo pueden practicar.

Piensen que no es desatino
que al cuerpo, con averías,
hay que darle calorías
con inyecciones de vino.

Pues si tose a cada hora,
o si viene con catarro,
quédese cerca del jarro,
y verá como mejora.

Ahora, cuando el frío pega,
déjese en paz de jarabes:
arremeta al muslo de ave
y al tinto de su bodega.

Para el invierno pasar
arrimadito a la lumbre, 
eche al jarro medio azumbre
y no deje de soplar.


Mientras se ha de preparar
mi mujer saya y toquilla,
yo busco a quien arrendar
por tres meses la moquilla.


El invierno traicionero
se mete por el atajo
y nos va a costar trabajo
subir la cuesta de enero.


Ya empiezan a dar la matraca
los achises al compás,
con esputos sin parar
y la tos como carraca.


A los viejos voy a dar
un consejo muy loable,
que es facilmente aplicable
y lo pueden practicar.


Piensen que no es desatino
que al cuerpo, con averías,
hay que darle calorías
con inyecciones de vino.


Pues si tose a cada hora,
o si viene con catarro,
quédese cerca del jarro,
y verá como mejora.


Ahora, cuando el frío pega,
déjese en paz de jarabes:
arremeta al muslo de ave
y al tinto de su bodega.


Para el invierno pasar
arrimadito a la lumbre, 
eche al jarro medio azumbre
y no deje de soplar.


(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1975

Faustino Parriego: (*): Desigualdades


Las cosas del campo sin duda van mal
pues el trigo no sube en proporción al pan.


Al campo con promesas se le enjuaga
y solo con el olvido se le paga.


Todos alardean de cordura
y dejan que se muera la agricultura.


Menos mal que, en remedio a nuestros males,
funcionando están las cajas rurales,
que pagan, al dos y medio el siniestro
y cobran, al cuatro por lo que es nuestro.


Del politicastro brilla la pericia
y España se hunde en la injusticia.


Aunque el empeñarse pueda ser funesto.
No importa si sube el presupuesto
que garantice los sueldos estelares
de políticos y cargos militares.


Hace poco un político cretino
preguntaba a un honrado campesino:
-¿Cómo evitar chantajes y extremismos?
-¿Qué cómo?: Empezando por ti mismo.


Pagas y sueldos de privilegiados
son vergüenza de los hombres honrados,
que ven en la inflacción y la patraña
envuelto el barco en que navega España.

(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zaamora), 1962

Faustino Parriego (*): Día de Todos los Santos


Día de Todos los Santos,
día de muchas visita
a todos los camposantos.

A los que ya fenecieron.
Y a ponernos sobre aviso
delante nosotros mismos...

¡Qué triste está el cementerio
como remanso de paz
del que duerme el sueño eterno!

Día de Todos los Santos.
Las tumbas están cubiertas
de crisantemos y nardos.

Se han encendido las luces
y, al peso de las coronas,
casi se doblan las cruces.

Las mujeres enlutadas
parecen cosa olvidada.
Con los cuerpos encogidos
y las caras alargadas,
doloridas, angustiadas,
se disponen a rezar
sobre las tumbas sagradas,
con lágrimas contenidas
que son cual perlas mojadas
al borde de las pupilas.

Allí se ve a muchos hijos
en las tumbas de sus padres;
y allí se ven a las madres
en las tumbas de sus hijos;
y todos, deudos y amigos,
por el amor fraternal
en el dolor van unidos.

Un farol se ve brillar
que lleva una cinta negra
cual símbolo de pesar.
Si piensas como mortal
que habrás de andar el camino
que anduvieron los demás.
Si el tiempo, que es huracán,
lleva en un soplo la vida,
contempla como se van
las hojas que el viento arrastra
y para su pudridero
viene el arado y las tapa...

Así, en la hora postrera,
se van los cuerpos humanos
a pudrirse bajo tierra.
Por eso cree y respeta
que el arado viene en marcha
para tapar la hoja seca.

En esta triste jornada
ver una tumba sin flores
parece cosa olvidada.

Ha terminado el Rosario (sic)
y las gentes, cabizbajas,
pensativas, van marchando.

Las luces se han apagado
y muy triste, el cementerio,
ya muy solo se ha quedado.
...
Ya los monaguillos
recogen las velas,
quedan los cipreses
como centinelas.

(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1967

jueves, 4 de agosto de 2011

Faustino Parriego (*): Luisa en la era


Va a la era muy deprisa
y, una vez que está en la era,
ya no tiene prisa Luisa.
La parva está amontonada.
Solo falta que barrer
y, ella, sin dar escobada.


Por fin su madre... -'Preciosa,
yo creo que hemos venido
a barrer y no a otra cosa.


-Madre, ahora barreré.


Y disimula mirando
al sitio que yo me sé.


Bajando por la rodera,
a unos trescientos pasos,
sabemos que hay otra era.
Y allí se van las miradas
de obstáculos a través
y mieses amontonadas.


-Pero hija, ¿qué te pasa?
Tienes la mirada turbia,
la cara como una brasa.


-Será porque me cegué.


-Pero si quieres marcharte
yo sola terminaré.


-Usted puede irse, madre,
a ir preparando la cena
para cuando venga padre.


Por fin su madre marchó.
Y ella, de cuatro escobadas,
lo que faltaba, barrió.


Como estaba obscureciendo
nosotros ver no pudimos
que pudo estar ocurriendo,
pero una vieja arrugada
dijo que, por la rodera,
Luisa bajó acompañada.


Le llegó de los rastrojos,
cuando el sol ya no lucía,
lo que dio brillo a sus ojos.
Pues si de un pesar las huellas
hubo, pronto se borraron
con perspectivas mas bellas.


Ya en su casa, penetró
radiante porque llevaba
el sol en su corazón.


-¡Hija!, esto es otra cosa;
tus ojos son dos luceros
y tu cara es una rosa.


A su madre, sin enojos,
la besó y ésta comprendió
que... no hubo nada en el ojo.

 (*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1968

Faustino Parriego (*): Pipas en el bar (1)


-¡Camarero!, una escobilla.
-¿Para qué?, ¿puedo saber?
-Señor, ¿para qué va a ser?:
para limpiar esta silla.
-Déjese de pamplinillas
que hay otras desocupadas.
-Las veo, pero infectadas
por esta vulgar semilla.
-No las tache, por favor.
Pues son como un instrumento
que mata el aburrimiento
del público roedor.
Las pipas aquí convienen;
si los programas cojean
las gentes que cotillean
cascándolas se entretienen.


Desde el niño a la señora,
veo desde el rinconcillo,
escupen por el colmillo
como una ametralladora.


Un grupo se divertía
mientras sus pipas cascaba;
y hasta mi cara llegana
las cáscaras que escupían.


-¿Y dice que nos las tache?
¿Es que las voy a alabar?
¿No comprende que en el bar
de la higiene son un bache?
¿Y no es para mosquearse
que en un bar de campanillas,
estén sobrando las sillas
y no haya donde sentarse?


Sillas y mesas están
cubiertas por esta plaga,
como una lepra que llaga
el barniz y el tafetán.


Así, las amas atentas,
que la ropa han de cuidar,
nos dicen: 'si vas al bar
mira bien donde te sientas'.


Ni extraña, ni maravilla,
que yo, cuando voy al bar,
para el asiento limpiar,
solicite una escobilla.

(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1960
(1) Poema proporcionado por el profesor Angel Parriego y su esposa Mª Jesús Orejón

Faustino Parriego(*): Canto a la Primavera (1)


I
No llores, pues, Narciso, en la ribera
del valle Montegordo,
cuando ya un rumor sordo
palpita, soñador, en la pradera,
como anuncio feliz de primavera.


En la lucha del calor y el frío
que rompe los cristales
del hielo, en espirales,
al deshacer las gotas del rocío
como perlas disueltas en un río.


El día se hace dueño de la noche
achicando su sombra,
mudanza que se asombra,
cuando el día, que luce con derroche,
vuelve a matar la noche en su reproche.


Busca por la mañana la ladera,
por el lado de Oriente,
ya que de Occidente,
al giro operatorio de la esfera,
solo el calor de la tarde recupera.


Mira al anochecer, Venus embiste
con fuerza arrolladora,
mientras que Martes llora,
cegado por su luz que se resiste,
como enamorado siempre triste.


Yo sé también que vives amargado
por el amor vivido
que tienes en olvido.
Si produjo el hastío lo logrado,
hoy no tenerlo te hace desgraciado.


Respetando la viña de Dondiego
sigue por el collado,
las yemas se han hinchado
al calor de natura puesta en juego
y el morisco será veneno y fuego.


Conduzco tu ganado hasta Las Matas,
allí está la laguna,
donde sed inoportuna
saciar pueden, metidas de patas,
las ovejas sumisas y beatas.


No creas viejas lenguas que corrieron,
y fueron cuentos tantos
de posibles encantos,
cuando los viejos tiempos ya se fueron,
que diz, por encantada la tuvieron.


Dicen que una 'sirena' (dic) fue avistada,
que los pastores la vieron
y que ante ella se rindieron;
mas por nadie fue besada
que no fuera la luna plateada.


Nadie pudo jamás verla de día
pues, cegado en su suerte,
por otra luz mas fuerte,
fue perla que de noche relucía
porque la luz del sol no resistía.


No te atormentes con esas historias
que en fantasías tuve
y al margen me mantuve,
haz de lo real escudo de tus glorias
y no tendrán por vanas tus memorias.


II
Porque veas tu cuerpo regalado,
ya buscando la siesta,
bajo la encina enhiesta,
colocarás tu pastoril estrado
de lirios y amapolas coronado.


Cuida, pues, con esmero, a tus mastines,
los que enmiendan tus yerros,
inteligentes perros,
importados acá de otros confines,
siempre leales fueron, nunca ruines.


Gústame verlos, uno a cada lado,
conduciendo el rebaño,
y en tal punto me extraño,
que distinguen la viña del collado
y lo mismo el barbecho que el sembrado.


Así llegan a las arriguerinas, (sic) (2)
del ganado paraíso,
donde te diré, Narciso,
que en el mundo no verás hierbas mas finas
por los montes, los valles, las colinas.


Y allí descansan felices con sus cosas,
tumbados en la hierba,
que fresca se conserva,
viendo como las bellas mariposas
van libando, en las flores, primorosas.


III


Por contraste de luces y colores,
en la otra orilla amena
llora tu Filomena.
El rosa de su invierno no echa flores,
sin la luz y el calor de tus amores.


En el nombre del Señor, no estés remiso,
rompe ya la cadena
que al silencio condena.
Vuelve a ella tus ojos, ¡oh Narciso!,
y ella será el Edén, que Dios lo quiso.


¿Por qué tu pesimismo no sacudes?
La escabrosa vereda
será mas llevadera,
siempre que el optimismo te procures,
y, si el amor anda en ellos, no lo dudes.


No dejes de querer lo que ella quiere,
porque, si mal no arguyo,
este silencio tuyo
mata, en su corazón, lo que prefiere,
mientras que, el tuyo, por lo mismo muere.


Vuelve a tañer la gaita postergada,
en el zurrón metida
tanto tiempo, dormida,
y una canción de vida, en la cañada,
sea de nuevo encanto de tu amada,


El silencio de ayer fue una locura,
y rota la cadena
verás que Filomena,
con tu canción de amor, sentida y pura,
a volver a tus brazos se apresura.


Cuando vuelve de nuevo la delicia
de su amor en olvido,
que daba por perdido,
su corazón, ardiente de Fenicia,
se abre como una rosa a tu caricia.


Mira como sonríe la fontana
con alegre embeleso,
cuando el sol, con un beso,
se filtra en su cristal, cada mañana,
saturado de perfumes, oro y grana.


De igual modo sonríe Filomena,
con muecas de embelesos
al calor de tus besos,
prisionera de amor, miel es su pena,
que es cadena de amor, dulce cadena.


Ya eres feliz del Coto a la Melera,
lo dicen las corrientes
de cantarinas fuentes,
me lo dice el balar de la cordera,
y el cantar de la alondra mañanera.


Y asegurando el paso en la pradera,
con hogaza morena
y amor de Filomena,
no llores ya, Narciso, en la ribera;
gracias a Dios llegó la primavera.

(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora) Abril de 1974
(1) Poema proporcionado por el profesor Angel Parriego y su esposa Mª Jesús Orejón
(2) 'Arriguerinas'. Esta palabra no la hemos encontrado en los diccionarios. Aparece solo en esta página de Internet: http://www.quintanadefuseros.es/forum/viewthread.php?forum_id=18&thread_id=5&rowstart=20
del portal, blog o página web:  http://www.quintanadefuseros.es/news.php



Faustino Parriego (*): La catástrofe de Ribadelago


¡Quien está en tu dolor está contigo!
¡Ribadelago! ¡Sempiterno amigo!


Nueve de enero del cincuenta y nueve,
gravada quedará en nuestra memoria
la página que llevas a la historia.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


Día nueve de enero, día aciago
que llenó de aflicción a España entera;
pues cedió la presa de Vega de Tera
y se llevó al pueblo de Ribadelago.


Gravada, si, Ribadelago amigo:
quien está en su dolor está contigo.


La montaña lloró y, bajo su llanto,
la nieve se deshizo bruscamente
y convertida en agua de torrente
a la presa envistió con fuerte impacto.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


La presa cedió en un estallido
con raudas cataratas de un infierno,
como lobo salido del averno
que aturde al valle con su ronco aullido,
haciendo víctima de su mortal estrago
al pequeño pueblo de Ribadelago.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


La fiera se arrastró en la noche oscura
con todas sus melenas encrespadas,
con millones de furias desatadas,
para sembrar la muerte y la amargura,
tras el zarpazo fatal que hundió en el lago
al sufrido pueblo de Ribadelago.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


De aquel fiero torrente despeñado,
la sangre de la sierra, por la herida,
fue cada metro de agua contenida
un caballo salvaje desbocado,
que, una vez de su freno desligado,
sin piedad arrasó a Ribadelago.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


Ten confianza, Ribadelago 'ido' (sic),
que España, que por nada se desdora,
muy pronto en su labor reconstructora,
de nuevo te verá reconstruido. (1)


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


Tan solo tus muertos no volverán:
los que hasta el lago fueron arrastrados
y otros entre los escombros sepultados,
esos... en nuestro recuerdo vivirán.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


Hay corazones al dolor abiertos
y hasta nosotros llegan sus latidos
enviando plegarias a los muertos
y frases de consuelo para los vivos.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


Fuiste un ala del cuerpo de Zamora
que se desprendió con un gemido;
y mas que nadie con razón llora
pues tu dolor el suyo propio ha sido.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


La palma gozarás de los sufridos
que serán por el dolor glorificados;
porque Dios tiene a muchos invitados
pero muy pocos son los elegidos.


Gravada, si, Ribadelago, amigo:
quien está en su dolor está contigo.


Yo quisiera asociar con el acento
valores que el amor solo aquilata,
fundiendo en el dolor que le maltrata
las fuentes donde mana el sentimiento.


Y así será, Ribadelago, amigo,
¡Quien está en tu dolor está contigo!
¡Ribadelago! ¡Sempiterno amigo!

(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1960
(1) El pueblo español se solidarizó con Ridadelago. Otra cosa es lo que llegó hasta los supervivientes, a los dannificados..