Es de noche, solo estoy
y a la luz de una bujía
para mi amada Lucía
una carta a escribir voy.
Comienzo: amada de mi alma,
cuando un hombre que, cual yo,
se halla poseído... ¡no!
no voy bien, a otra... calma.
¿Y que le diré?:
Le diré que ella es mi vida,
que es mi cielo,
mi esperanzsa y mi consuelo;
que ni he amado ni amaré
a nadie cual amo a ella;
que ni del día la aurora,
tan risueña y seductora,
es tan hermosa y tan bella
como el bien que tanto adoro;
que en mi delirio amoroso
creyéndome el mas dichoso
de alegría a veces lloro;
que es tan hermoso el querer
que por ella yo daría...
mi vida y el alma mía;
que su conjunto, su ser
me fascina y me enloquece;
que no sé lo que sentí
desde el día en que la vi
pues todo un ángel parece;
le diré con tierna frase
que yo no sé lo que haría,
que de pena moriría
si ella a mi me desdeñase.
¿Le diré pues estas cosas?
¿Escribo? ¿Qué le diré?
No se las digo porque...
son insípidas y sosas.
¿Y qué le voy a decir?
No sé que decirle. En suma:
que dejo aburrido la pluma
porque no sé qué escribir.
(*) (Fuentespreadas, ¿principios del siglo XX?)
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