Tengo enfrente un cirolar
y en él canta un ruiseñor
dulces endechas de amor
preparándose a anidar.
Ya el divino trovador
empieza a forjar su nido
y el ciruelo agradecido
lo oculta entre su verdor.
La parejita, en su celo,
con mil afanes prolijos,
la casa para sus hijos
alfombra de terciopelo.
Y con sublime terneza
trinando que es un primor
bendicen al Creador
que hizo la naturaleza.
(*) Santa Clara de Avedillo, 1966
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