Como un haz luminoso de colores,
trenzado con visillos de seda y oro,
surge la primavera llena de flores
y angelitos del cielo le forman coro.
Al calor de los rayos vivificantes
la vis sangra como una herida
y ocultos en las yemas, ya rebosantes,
nuevos gérmenes pugnan por tomar vida.
Con la música de cadencias misteriosas
la savia, por un influjo soberano,
sube a dar la vida las plantas primorosas
y si germina en la espiga el grano
y se abren los botones de las rosas,
será porque Dios las lleva de la mano.
(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1967
trenzado con visillos de seda y oro,
surge la primavera llena de flores
y angelitos del cielo le forman coro.
Al calor de los rayos vivificantes
la vis sangra como una herida
y ocultos en las yemas, ya rebosantes,
nuevos gérmenes pugnan por tomar vida.
Con la música de cadencias misteriosas
la savia, por un influjo soberano,
sube a dar la vida las plantas primorosas
y si germina en la espiga el grano
y se abren los botones de las rosas,
será porque Dios las lleva de la mano.
(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1967
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