lunes, 18 de julio de 2011

Mari de la Mano / Miguel Martín Velasco (1): José, nuestro querido hijo (*)

Un día me fui a caminar
por un sendero de espinas.
Y cada paso que andaba
en flores se convertían
las espinas que pisaba.

Me marché para Madrid
buscando una vida mejor
y se me clavó un dardo
en medio del corazón.

Era un dardo envenenado
y yo ciego y ciego de pasión.
A mis padres no hice caso
y aquel dardo a mi me mató.

Fue una mujer insidiosa
la que me llevó hasta el fin.
Solo deseo que algún día,
muera igual que yo morí.

A esa hija que he dejado
deseo lo mejor del mundo:
¡a ver si halla otro padre
que la quiera igual que yo!

De Daniel jamás me olvido
y confío que sus abuelos
le proporcionen el cariño
que yo me llevé al cielo.

Y a mis padres tan queridos
cuando yo arribe al infinito
juro mandarles mis besos
por lo mucho que han sufrido.


(*) Un hijo que se les mató
(1) Vecinos de Santa Clara de Avedillo (Zamora)

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