Un saludo cordial y muy sincero
a este gallo falaz demostrar quiero,
que yo no envidio su suerte
cuando por su propio mal
hoy se ve en trance de muerte.
Yo solo decirte quiero
que eres desagradecido,
porque me diste al olvido
huyendo de mi granero.
Y buscarte calle arriba
y buscarte calle abajo
por la senda y el atajo
fui como barca en deriva.
Y nadie pudo saber
el camino que tomaste,
el día que te escapaste
para no volverte a ver.
Hasta que ya, al cuarto día,
por una casualidad,
escondido en un asnal
un niño te descubría.
La fiesta ya se acercaba
y presidiendo tu mal,
te escondiste en un asnal
por si allí no te encontraba.
Y allí estabas, roto el timbre,
callado y agazapado,
como triste emparedado
en una jaula de mimbre.
Y aunque supiste callar
un diablillo singular
el lío nos desembrolla,
y te pudimos librar
de cantar en una olla.
Mi alma se desconsuela
del trato que te darían,
pues nos trajiste una vela
que ya ni te conocía
ni tu madre ni tu abuela.
Y volviste con tal modo
del viaje soberano,
que quise estrechar tu mano
y me enseñastes el codo.
Esos no son procederes
con quien te ha considerado
y preferencia te ha dado
sobre todos sus quereres.
No sabes lo que he llorado
cuando te di por perdido,
creí que nunca metido
te iba a ver en el guisado.
Mas ya por fin eres mío
y del alarde me río
del que te quiera robar,
porque le puedo probar
que las armas se tomar
si hace falta un desafío.
Eres un gallo cochino,
porque te pilló Nicasio
comiendo un cacho tocino
que le robaste a Evilasio.
Y no me dabas sosiego
porque llegaba el verano
y en la era el Zamorano
te ibas a llenar el ciego.
En verdad que eres atroz: (sic)
y estás... oye, sin enojos
para tirarte a los ojos
con unos granos de arroz.
Muchos disgustos me dabas,
en cuanto que era de día,
hacia el salón te escapabas
solo por ver a María.
Y como eres un demonio
que no cede en la porfía,
le rezas a San Antonio
y yo digo: '¡Ave María!'
Y aunque entre amigos no cuela,
no me inquieta tu osadía
y una cosa me consuela:
que mientras tiene la vela
yo rezo un Ave María.
Creo que sobran motivos
por los que has sido juzgado;
entre todos los vecinos
piden seas degollado.
¡Compañeros! ¡Avanzad!
y si misablazo es poco
pues vosotros a lo loco
lo acabais de rematar.
(*) Este mozo, llamado Horacio, quizás sea Horacio Álvarez Hernández
(1) Poeta, bardo, vate o coplero: Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora) 1955-1956
(2) Esta relación, según los papeles que nos proporcionó el profesor Angel Parriego y su esposa María Jesús, no está escrita toda en cuartetas.
a este gallo falaz demostrar quiero,
que yo no envidio su suerte
cuando por su propio mal
hoy se ve en trance de muerte.
Yo solo decirte quiero
que eres desagradecido,
porque me diste al olvido
huyendo de mi granero.
Y buscarte calle arriba
y buscarte calle abajo
por la senda y el atajo
fui como barca en deriva.
Y nadie pudo saber
el camino que tomaste,
el día que te escapaste
para no volverte a ver.
Hasta que ya, al cuarto día,
por una casualidad,
escondido en un asnal
un niño te descubría.
La fiesta ya se acercaba
y presidiendo tu mal,
te escondiste en un asnal
por si allí no te encontraba.
Y allí estabas, roto el timbre,
callado y agazapado,
como triste emparedado
en una jaula de mimbre.
Y aunque supiste callar
un diablillo singular
el lío nos desembrolla,
y te pudimos librar
de cantar en una olla.
Mi alma se desconsuela
del trato que te darían,
pues nos trajiste una vela
que ya ni te conocía
ni tu madre ni tu abuela.
Y volviste con tal modo
del viaje soberano,
que quise estrechar tu mano
y me enseñastes el codo.
Esos no son procederes
con quien te ha considerado
y preferencia te ha dado
sobre todos sus quereres.
No sabes lo que he llorado
cuando te di por perdido,
creí que nunca metido
te iba a ver en el guisado.
Mas ya por fin eres mío
y del alarde me río
del que te quiera robar,
porque le puedo probar
que las armas se tomar
si hace falta un desafío.
Eres un gallo cochino,
porque te pilló Nicasio
comiendo un cacho tocino
que le robaste a Evilasio.
Y no me dabas sosiego
porque llegaba el verano
y en la era el Zamorano
te ibas a llenar el ciego.
En verdad que eres atroz: (sic)
y estás... oye, sin enojos
para tirarte a los ojos
con unos granos de arroz.
Muchos disgustos me dabas,
en cuanto que era de día,
hacia el salón te escapabas
solo por ver a María.
Y como eres un demonio
que no cede en la porfía,
le rezas a San Antonio
y yo digo: '¡Ave María!'
Y aunque entre amigos no cuela,
no me inquieta tu osadía
y una cosa me consuela:
que mientras tiene la vela
yo rezo un Ave María.
Creo que sobran motivos
por los que has sido juzgado;
entre todos los vecinos
piden seas degollado.
¡Compañeros! ¡Avanzad!
y si misablazo es poco
pues vosotros a lo loco
lo acabais de rematar.
(*) Este mozo, llamado Horacio, quizás sea Horacio Álvarez Hernández
(1) Poeta, bardo, vate o coplero: Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora) 1955-1956
(2) Esta relación, según los papeles que nos proporcionó el profesor Angel Parriego y su esposa María Jesús, no está escrita toda en cuartetas.
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