Novela: Los lagartos de la quebrada
Autor: Antonio Tejedor
Editorial: Mira Editores
Colección: Sueños de Tinta
Lugar: Zaragoza, octubre de 2010
Cuando terminamos de leerla aun los recuerdos se prolongaban como una estela: aquel niño que por la mañana nos anunciaba la muerte de Carrero en Azcoitia, pueblo vasco del Valle del Urola, la Guardia Civil, el viaje por carretera hasta Zamora y la cinta de casete desternillante que oimos sobre ese atentado...
Con el telón de fondo de los postreros años del franquismo y ambientada en un pueblo de Castilla, Vinoria del Arroyo (nombre inventado tras el que parece esconderse Fuentespreadas, su pueblo natal y el nuestro, del que ha tomado algunos rasgos del paisaje) la acción de la novela pendula entre ese pueblo imaginario y París de la Francia donde acude el personale principal, Adrián, indagando acerca del asesinato de un pariente. La novela concluye con la muerte del padre del protagonista y del dictador Francisno Franco en el año de 1975.
Todo ello da pie a Antonio Tejedor para hacerse un recorrido de su toma de conciencia política y hacernos un recordatorio de esos momentos históricos: las últimas boqueadas de la dictadura del general felón; al tiempo que muestra las costumbres e idiosincrasia del pueblo de Vinoria que quiere ser símbolo de los pueblos de Castilla pero que se deja arrastrar de manera irresistible por su pueblo, el real: Fuentespreadas, en la comarca de Tierra del Vino, provincia de Zamora. Y no por casualidad las bodegas toman parte en la acción; hasta el nombre, Vinoria, responde a esa imantación.
Algunas de las cosas que cita nos suenan a crujido 'de maderas viejas en barco a la deriva': los barrizales que eran las calles en invierno y primavera pues esos barros han desaparecido; la fiesta del 1º de Mayo (fiesta pagana en la que los quintos ponían en la plaza una gran viga); otra fiesta, la Corrida del Gallo (*) (denominada así porque se colocaba un gallo en una cuerda que unía dos postes); todo ello, repetimos, rechinar de 'maderas viejas de un barco a la deriva' porque se van acabando, si no se han acabado ya: apenas vienen niños al mundo que mantengan vivas esas tradiciones; el juego de la pelota, ya casi desaparecido tras la irrupción del fútbol y que el autor constata cuando describe la iglesia: 'A los pìes el juego de la pelota ya en desuso... Mas allá el arroyo y las eras'. Un personajes de la novela es el cura de la religión católica, apostólica y romana, don José (con este nombre estuvo de parroco en Fuentespreadas un cura) lo que sirve al autor para mostrar, a las claras, su crítica a esa iglesia por sus posiciones de defensa de la sangrienta dictadura franquista y de la matanza que significó la guerra del 36-39; amen de pormenorizar otras contradicciones de esa iglesia en otros terrenos; ¡ah, la iglesia católica, apostólica y romana!, otra 'madera vieja en barco a la deriva', sin negarle influencia en la sociedad, que la tiene, pero menor que en años de la dictadura.
Escrito en primera persona (recuerdos del personaje) y salpimentada de diálogos directos, chispeantes, políticamente incorrectos y comparaciomnes rotundas como la que aparece como título de esta reseña; y bien traídas, siguiendo la lección Don Quijote a Sancho sobre la idoneidad de algunos refranes que saca a colación y que Antonio recuerda. Todo ello indica el buen hacer literario, la práctica de la escritura de muchas horas ante las cuartillas. Maestria que demuestra al conseguir, como consigue, que la atención se mantenga incólume durante más de trescientas páginas; es un logro del que hay que dejar constancia escrita.
Algunas pegas (pocas) tenemos que poner para que se vean las caras de la moneda. Así se equilibra la reseña para que no pesen tanto los elogios. Y es que hasta el mejor escribiente deja angún borrón. O como nos decía el poeta euskaldun Felipe Juaristi:
-'Ser genial siempre es muy aburrido'.
Aparte de que la crítica cordial, amiga, sincera, siempre enriquece. O así debería ser.
Veamos algunas de esas reconvenciones:
1ª: Y aunque a uno le guste, notamos un, quizás, excesivo diálogo de bodega; 2ª: Debería de tener mas acción; 3ª: Góngora... ¿eso de recoger hierbas que otro tiraba no fue Calderón?... y 4ª: el olvido del 27 de septiembre de 1975, últimos asesinatos del franquismo y la acción del FRAP.
El FRAP distribuyó en la primavera de 1973 un escrito por esos pueblos, entre ellos Fuentespreadas. Un pasquín sin firma porque los militantes antifascistas campesinos, que la redactaron junto al FRAP, decidieron que no llevara firma.
Por entonces nos contaron gente de Fuentespreadas, asombrados, que nunca habían visto tantas estrellas en los uniformes, tantos entorchados, en guardias civiles, preguntando, nerviosos, acerca de quien podría haber sembrado esos papeles. Luego sucedieron en la capital acontecimientos memorables, en la sede de los sindicatos fascistas abarrotados de labradores, que llevó a la detención de trabajadores del campo, entre ellos al que después sería dirigente de la Unión de Campesinos. Detenidos que, por la misma determinación de la gente concentrada, fueron liberados.
Pero estas mínimas objeciones se entoñan ante los entrañables recuerdos del pasado que la novela 'Los lagartos de la quebrada', redactada por el amigo Antonio Tejedor, nos ha hecho revivir. Por ejemplo y lo recordábamos al comienzo: un alumno nos contó, por la mañana, nada mas entrar en clase, que acababan de matar a Carrero Blanco un 'enemigo del pueblo vasco'. Y por la noche el comandante del puesto de la Guardia Civil, que paseaba de paisano con otro guardia, nos saludó:
-Buenas noches, don José Mª.
Hacía pocos días que nos habían retenido e interrogado en el cuartelillo, afortunadamente para nosotros sin pasar a mas.
-¡No te jode -exclamé para mi mismo- lo amable que está este cabrón!
Y luego, al día siguiente, marchamos de vacaciones a Zamora temiendo los controles de la policía y el ejército. Y, como nuestro amigo recuerda en la novela, no había nadie por las carreteras. Ni policía, ni ejército, ni... casi tráfico. Debían de estar concentrados, todos, en los cuarteles. Acojonados. Y mirando a las ciudades de donde podría venirle alguna rebeldía seria.
Acudiendo a nuestra memoria -con esto terminamos esta reseña salida de madre- un diálogo humorístico sobre el atentado de Carrero (la cinta donde estaba grabado se nos perdió) de unos cómicos latinoamericanos (si el recuerdo no nos falla) que empezaba mas o menos así: "El policía que iba delante se creyó que era un platillo volante y el jesuita que le había dado la comunión dijo: 'le ha dado una hostia tan fenomenal que se ha marchado por encima de la catedral' ". Mas o menos.
Nos quedaría por tratar de eso que la propaganda del libro dice: sobre los vencedores vencidos. A lo mejor lo tratamos en otra ocasión. Aunque si que a nosotros, en Fuentespreadas, uno de esos vencedores, un obrero, pobre hasta las cachas, nos dijo un día que, a él, lo llevaron, a esa guerra, a defender las tierras de otros.
Bueno, amigo Antonio, sigue creando obras. Tienes madera de artista. Y estás en tierra de artistas. Labordeta siempre presente. Tu nos hablaste de él. No se nos olvida.
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Foto: Antonio Tejedor, auttor de la obra
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Foto: Antonio Tejedor, auttor de la obra
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(*) En el anterior post se halla la descripción que el autor de la novela hace de esta fiesta