Trabaja media hora cada día,
después husmea en la humana jauría;
y, ocultando canana y escopeta,
va a la caza de perdices con presteza.
Y después de 'aquí tanto y allí cuanto',
del dinero que saca viste al Santo
que luego explota en beneficio propio
adormeciendo al pueblo con el opio.
A mas, en cada iglesia hay un cepillo
que a las beatas presenta un monaguillo
mientras rezan y piden con dulzura
que Dios les perdone de su usura.
-Mañana es San Antonio, doña Petra.
-No me olvido, cumplo al pie de la letra;
y pues me conservó los tres marranos
hermosos, gordos y lozanos,
este Santo (sic) de tantas maravillas
bien merece unos pies y unas morcillas.
-Ya sabe usted que yo nunca doy quejas
mas, si me hablan de pies, soy todo orejas,
y eso que esta costumbre se está perdiendo
porque el dinero la está sustituyendo.
Que aunque de caro está considerado
en poco sitio puede ser guardado.
Como ejemplo, pregunte al monaguillo
donde guarda el que sisa del cepillo.
-Me voy doña Petra. Tengo prisa:
hoy por la tarde he de decir misa
y tendré que confesar a una pesada
que para la Iglesia nunca ha dado nada
y tengo que aguantar sin pacotilla
el mal olor de aliento en la rejilla.
-Antes me iré un par de horas al casino
a jugar la partida con Marino;
o quizás la juguemos al tresillo
con Pepín, Rueda y Juanillo.
-Visitaré a la viuda de Boyate
y tomaré con ella el chocolate;
después, media hora para mi deber
ya que, como le digo, tengo mucho que hacer.
Y así, sin mas trabajo ni problema
se va feliz z casa a preparar la cena.
Como ven una vida tranquila y placentera
que muchos trabajadores para si quisieran.
(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora) 1959
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