Luchador zamorano en buena lid,
nada pido que en mi favor abone;
y ruego al intelecto me perdone
por no saber nada de Valladolid.
Valladolid, te canto en tu llanura.
Eres tierra de pan por excelencia.
Ostentas con Zamora y con Palencia
rancio abolengo de la agricultura.
Espigas en el tallo se cimbrean
con las luces del sol, oro y armiño,
tierras para mirarlas con cariño,
tierras que dan pan, benditas sean.
Tierra parda cruzada de canales
que al verse mojada es más jugosa.
Arida tierra que reparte ansiosa
del Duero y el Pisuerga sus caudales.
Tierra de campos imperecedera
con títulos de hecho y de derecho.
El rebaño sestea en el barbecho
y arriba canta alondra mañanera.
Savia internacional en el Congreso.
Yemas hinchadas, gérmenes de vida.
Savia que sangra por la humana herida.
Savia que huele a patria y a progreso.
Valladolid, siempre en cabeza
del bien común y de la España una,
girando como rueda de fortuna
para apuntarte la mayor proeza.
Cuando Castilla vuelve por sus fueros
viendo a España robarle sus riquezas,
un extranjero les cortó las cabezas
a aquellos que llamaron comuneros.
La sangre derramada en la picota
no salpicó a Castilla de mancilla,
que en el alma prendía la semilla
y el alma se salvaba en la derrota.
Una inquietud marcada en el desvelo,
Campo Grande de rosas y jazmines
y arriba el canto de los serafines
con notas bruñidas bajo azul de cielo.
Ciudad cargada de valor patriótico
es complejo militar muy importante
con Universidad de tradición brillante
y Archidiócesis central en lo católico.
Por tus calles y plazas han pasado
a lo largo de los siglos numerosos
personajes ilustres muy famosos
y buenísimos recuerdos han dejado.
Tomando a Cervantes como emblema
y pasando por Zorrilla y su Tenorio,
de las letras siempre fuiste emporio
como centro indiscutible del idioma.
Si hablamos de pintura y escultura,
también aquí la palma te mereces.
Tu Semana Santa y Museos enardecen
por su sin par realismo y hermosura.
La Biblioteca, llenos sus estantes,
abraza el tesoro que allí alberga,
triángulo del Duero y del Pisuerga,
con collares de perlas y brillantes.
Por ello proclamo que serás la guía
de esta Castilla imperecedera
que lucha, con afán, por ser primera
en prosperidad, paz y alegría.
(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo, 1956
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