I
Un ruido de motores que ensordece.
Con el alba se anuncia. Preconiza
vida en el agro que se mecaniza
en virtud de un trabajo que ennoblece.
El rebaño que pace en la ladera
cuando el legumbrado (sic) va apurando;
con ilusión se solaza, ya, oteando
ricas espigas en las rastrojeras.
Al zagal que desea le abran paso
ansia de amar al corazón le llega
y piensa que si amor halla en la vega
para él será la vega de un parnaso.
Lleva el ganado por las tierras pardas
arrancando a su flauta dulces quejas
que hacen estremecer a las ovejas
ignorantes de afanes y esperanzas.
Empieza ya a vivir sus años locos
y con la flauta su dolor destierra;
él ve que pierde tradición su tierra
y que toquen la flauta quedan pocos.
Con el pecho cargado de esperanza
él sigue apacentando su rebaño
y piensa en la moza que hace un año
el si o el no le puso en la balanza.
II
Bajo el sol que abrasa aquí en Castilla
hay momentos que parece se desgrana;
sin sentir el sopor de la galvana
el rudo labrador canta en al trilla.
Y como es cara la cosechadora,
haciendo de energías gran derroche,
que ni le basta el día ni la noche
se mete un baluarte con la aurora.
Yo vi a un hombre el otro día
y el buen hombre segaba con la hoz
quizá mas atrasado que precoz
dice que es por mirar su economía.
El segar con la hiz, si no es manía,
si tampoco anda mal e la cabeza,
yo admiro desde luego su proeza
pero le dije. ¡agrúpese, le convendría.
El miro y al final tuvo un destello:
'no echaré en sacoroto tu consejo
y aunque, como ves, voy para viejo
lo haría, si, con todo el pueblo.
Él me miró y al fin tuve un destello:
no echaré en saco roto tu consejo
y aunque, como ves, voy para viejo,
lo haría, si, pero con todo el pueblo.
III
Así el verano, haste el tres de agosto,
que la lluvia los campos ha regado,
siendo muy poco lo que ha atrasado,
resultará beneficiosa para el mosto.
Con los resortes del calor en juego,
la tierra, mas que caliente, calcinada,
tmó gusto y olor a la mojada
y huele a encendidas brasas de fuego.
Aunque por las mañanas ya hay marea,
en el verano no se pierde el hilo,
que es próspero, feliz y muy tranquilo,
dedicándose cada cual a su tarea.
(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo, 1972
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