Eres veloz. Seguro de ti mismo.
Ni el animal mas rápido te alcanza.
Árbitro también de la elegancia.
Loco en tu confianza y optimismo.
Sueles precipitarte en el absimo
dando tumbos como león rugiente,
arañando impotente la vertiente,
cual piedra desgajada en el abismo.
Si con tu hermano la crisma has de romperte
te estrellas contra él con fuerza loca,
sin importarte en lo que a ti te toca
que acabarás en el taller a reponerte.
Controla en la carrera tu bravura,
no te lances cual potro desbocado
que corre sin control, desorientado,
atropellando todo en su locura.
Tu me dices que eres inocente,
que obedeces al hombre que te guía
mientras compite con otros a porfía
en situación de peligrosidad latente.
Es cierto que choco y atropello,
quizá parezca que deliberadamente
me lanzo a la carrera ciegamente,
pero bien sabe Dios que eso no es cierto.
Soy una máquina veloz como ninguna
que incansable recorre los caminos
llevado a quien me lleva a su destino
sin pedirle a cambio cosa alguna.
Si al final se produce un accidente
y hay heridos y salgo malparado,
pensar humanos que me habéis creado,
que es vuestra la culpa. YO INOCENTE. (sic)
(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora) 1972
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