¡Oh cementerio de aires yertos!
¿Acaso un maleficio en ti se opera
que a descansar en ti no van los muertos?
¿O es que, harto de comentarios vanos,
te negaste a que dentro de tus hoyos
se pudrieran los cadáveres humanos?
No es culpa tuya, diré yo las verdades,
junto a ti prospera el cementerio nuevo
convertido en lugar de vanidades.
No envidies sus mejores posiciones,
aunque tu solo tengas viejas cruces
y él disponga de ricos panteones.
Mantén la moral alta y no te hundas,
confiando que al cabo de unos años
también tu dispondrás de ricas tumbas.
Bajo esta rica losa se pudre un usurero
quien en la vida fue su mayor proeza
socorrer al que hizo un pordiosero.
¡Digote si conciencia de eso tienes!, (sic)
las miserias del pobre entran desnudas,
las del rico tapadas con los bienes.
La muerte es el fin de bienes y de males;
ambición, vanidad, solo ilusiones,
porque una vez aquí... todos iguales.
(*) Faustino Parriego, Santa Clara Avedillo (Zamora), 1976
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