jueves, 4 de agosto de 2011

Faustino Parriego (*): Pipas en el bar (1)


-¡Camarero!, una escobilla.
-¿Para qué?, ¿puedo saber?
-Señor, ¿para qué va a ser?:
para limpiar esta silla.
-Déjese de pamplinillas
que hay otras desocupadas.
-Las veo, pero infectadas
por esta vulgar semilla.
-No las tache, por favor.
Pues son como un instrumento
que mata el aburrimiento
del público roedor.
Las pipas aquí convienen;
si los programas cojean
las gentes que cotillean
cascándolas se entretienen.


Desde el niño a la señora,
veo desde el rinconcillo,
escupen por el colmillo
como una ametralladora.


Un grupo se divertía
mientras sus pipas cascaba;
y hasta mi cara llegana
las cáscaras que escupían.


-¿Y dice que nos las tache?
¿Es que las voy a alabar?
¿No comprende que en el bar
de la higiene son un bache?
¿Y no es para mosquearse
que en un bar de campanillas,
estén sobrando las sillas
y no haya donde sentarse?


Sillas y mesas están
cubiertas por esta plaga,
como una lepra que llaga
el barniz y el tafetán.


Así, las amas atentas,
que la ropa han de cuidar,
nos dicen: 'si vas al bar
mira bien donde te sientas'.


Ni extraña, ni maravilla,
que yo, cuando voy al bar,
para el asiento limpiar,
solicite una escobilla.

(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1960
(1) Poema proporcionado por el profesor Angel Parriego y su esposa Mª Jesús Orejón

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