¿Quieres conocer Zamora?
Sentado en la mecedora
de una hermosa barbería
un pedante discutía
la importancia de Zamora.
Y limpiándose en jabón
de tal modo discurría:
que Zamora, en su opinión,
no es mas que un pueblo, decía.
Yo, que esta parte detesto,
donde lo que se discute
daño ajeno repercute,
al llegar aquí, protesto.
Mal puede dar su opinión
quien no la sabe medir
mas que por su dimensión,
no es grande para sentir.
¿Queréis conocer Zamora?
¿La Zamora que trabaja
y tiene aliento de maja
y aire fresco de señora?
¿La que es toda savia y vida
cuando abril barre las nubes
y se puebla de querubes
el alto de la Avenida?
¡Qué perpectivas mas puras!
¡Qué bellos atardeceres
cuando suben sus mujeres
hasta el Alto de los Curas!
¡Qué promesa candorosa!
¡Qué deleite, qué recreo
cuando se adorna el paseo
con tanta mujer hermosa!
Y a través de los visillos,
que el sol teje en los sembrados,
entonan los pajarillos
sus cantos de enamorados.
La tarde va declinando
y yo estudio, entre otras cosas,
lo que se dirán callando
las flores y mariposas.
Y tornan los labradores,
que han dejado la faena,
desde la tierra morena,
al hogar de sus amores.
Entonando a flor de labios
el rumor de una canción
que es poema y creación
porque no conoce agravios.
Y en el sentir de su canto,
donde hay placer y dolores,
se une el de los surtidores
con gotas de risa y llanto.
Y el día que languidece
sobre un lecho de verdura;
que le da pena, parece,
de dejar tanta hermosura.
El crepúsculo se viste
con ámbar y purpurina.
La luna acosa y embiste
remontando la colina
al cielo, majestuosa.
Y entre nacar y escarlata
tiende sus hilos de plata
sobre la noche amorosa.
Una campana dolida,
como presa de emoción,
anuncia, con la oración,
que es hora de recogida.
Y de su grato paseo,
cuando es caricia el relente,
todo perfuma el ambiente
y es mariposa el deseo.
Retornan mozos y mozas
entre risas y canciones,
hinchados los corazones
de promesas amorosas.
En tanto, la luna alerta,
con una sonrisa en flor,
le ofrece a la vez su amor
a la Avenida desierta.
¿Queréis conocer Zamora?
¿La que afloja su cadena
buscando luz en la humbría,
y por si llega una pena
pone a mano su alegría?
¿La Zamora que no enagña
y castiga la traición,
y por Dios y por España
conserva la tradición?
¿Zamora en Semana Santa?
¿La que va de procesión
tras el Cristo del Pendón
con un nudo en la garganta?
¿La que emocionada al verla
se queda, y en su respiro
la lágrima es una perla
y el aliento es un suspiro?
Cuando hasta el aire es unción
que el espíritu adormece,
y hasta el respirar parece
como una profanación.
¿Lo que funda la oración
al sentir de las saetas,
las almas mudas y quietas
para mejor comprensión?
Sentimiento religioso
que íntimo se regocija.
Es cuanto más generoso
si mas hondo se cobija.
¿Lo que diera en su fervor
la sangre de buena gana
por restañar la que mana
del Costado Redentor?
Flores rojas de pasión,
rosarios de pensamiento,
que a la mas alta mansión
elevan los sentimientos.
Y así a paso de penitencia,
por el Divino invocadas,
surgen sendas llamaradas
que iluminan la conciencia.
Por son, y estas no fingen,
luces del alma serena
brillando como azucenas
sobre el manto de la Virgen.
¿La Zamora legendaria?
¿La que no pierde el trapío
dándole una novia al río
que se llama Candelaria?
La primera en recibirte
como pura bendición,
y la primera en abrirle
las puertas del corazón.
La que se duerme al arrullo
de las aguas placenteras
que forman grato murmullo
cuando saltan risoteras (sic).
La ola, con alga verde
y catarata de espuma,
que a pocos pasos se esfuma
como ilusión que se pierde.
La que en su cristal se mira
del sauce viejo a través,
mientras le lame los pies
la corriente agradecida.
La que estudia la verdad
en la entrada del coloso
que se anuncia a la ciudad
por su brío portentoso.
¡Zamora! ¡Pueblo ideal!
¡Pueblo que reza y trabaja!
¡Contra tu virtud se raja
el espíritu del mal!
Y por eso otras ciudades
te toman como modelo,
ya que por tus cualidades
estás mas cerca del cielo.
Si para mi eres hermosa
defiendo tu señorío.
Por los tres puentes del río
veo que eres hacendosa.
¿La que tiene fundiciones
y fábrica de tejidos,
saltos, comunicaciones,
y trabaja los curtidos?
Mas una mina naciente
que a su industria dará cima,
con una materia prima
que la hará mas floreciente.
Desde la estación se ve
el gran centro Laboral (sic)
y tiene en la Catedral (sic)
el pináculo de fe.
¿La que anda, la brega?
¿La que no tiene sosiego
por enriquecer la vega
con los canales de riego?
Zamora, no te des lustre
con olvido en la memoria
de tantos hombres ilustres
para orgullo de tu historia.
No pierdas tu la semilla
de hombre que por ti lucharon,
de aquellos que te impulsaron
desde Requejo a Pinilla.
Si ellos honran tu memoria
con la mejor intención,
ábrele en tu corazón
un trono para la gloria.
La que en si misma florece
sin temores ni zozobras,
pues el que se honra en sus obras
así mismo se merece.
No necesita consejo
a golpes de corazón.
Ella se marca un guión
entre lo nuevo y lo viejo.
Y en su modernismo hallas,
con los reflejos mas fieles,
las piedras de las murallas
convertidas en claveles.
Por la señal de la Cruz
diré a los que no creeis
que es estrella toda luz
y vosotros no la veis.
Para verla hay que sentirla,
para sentirla hay que amarla;
la acción seas para honrarla,
la voz para bendecirla.
Solo la razón la asiste,
sus rutas son imperiales;
ni de exótico se viste,
ni pacta con desleales.
Y sus ildeales traza
con sentido de unidad.
Su orgullo es el de raza,
su divisa: lealtad.
Sabed que me causa pena
que la juzguéis con desdoro.
A esta Zamora tan buena
que para mi es un tesoro.
Señores, así es Zamora.
Y así la ve en su fervor
este humilde servidor
que la siente y que la añora.
(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo, 1957
(1) Título nuestro
Sentado en la mecedora
de una hermosa barbería
un pedante discutía
la importancia de Zamora.
Y limpiándose en jabón
de tal modo discurría:
que Zamora, en su opinión,
no es mas que un pueblo, decía.
Yo, que esta parte detesto,
donde lo que se discute
daño ajeno repercute,
al llegar aquí, protesto.
Mal puede dar su opinión
quien no la sabe medir
mas que por su dimensión,
no es grande para sentir.
¿Queréis conocer Zamora?
¿La Zamora que trabaja
y tiene aliento de maja
y aire fresco de señora?
¿La que es toda savia y vida
cuando abril barre las nubes
y se puebla de querubes
el alto de la Avenida?
¡Qué perpectivas mas puras!
¡Qué bellos atardeceres
cuando suben sus mujeres
hasta el Alto de los Curas!
¡Qué promesa candorosa!
¡Qué deleite, qué recreo
cuando se adorna el paseo
con tanta mujer hermosa!
Y a través de los visillos,
que el sol teje en los sembrados,
entonan los pajarillos
sus cantos de enamorados.
La tarde va declinando
y yo estudio, entre otras cosas,
lo que se dirán callando
las flores y mariposas.
Y tornan los labradores,
que han dejado la faena,
desde la tierra morena,
al hogar de sus amores.
Entonando a flor de labios
el rumor de una canción
que es poema y creación
porque no conoce agravios.
Y en el sentir de su canto,
donde hay placer y dolores,
se une el de los surtidores
con gotas de risa y llanto.
Y el día que languidece
sobre un lecho de verdura;
que le da pena, parece,
de dejar tanta hermosura.
El crepúsculo se viste
con ámbar y purpurina.
La luna acosa y embiste
remontando la colina
al cielo, majestuosa.
Y entre nacar y escarlata
tiende sus hilos de plata
sobre la noche amorosa.
Una campana dolida,
como presa de emoción,
anuncia, con la oración,
que es hora de recogida.
Y de su grato paseo,
cuando es caricia el relente,
todo perfuma el ambiente
y es mariposa el deseo.
Retornan mozos y mozas
entre risas y canciones,
hinchados los corazones
de promesas amorosas.
En tanto, la luna alerta,
con una sonrisa en flor,
le ofrece a la vez su amor
a la Avenida desierta.
¿Queréis conocer Zamora?
¿La que afloja su cadena
buscando luz en la humbría,
y por si llega una pena
pone a mano su alegría?
¿La Zamora que no enagña
y castiga la traición,
y por Dios y por España
conserva la tradición?
¿Zamora en Semana Santa?
¿La que va de procesión
tras el Cristo del Pendón
con un nudo en la garganta?
¿La que emocionada al verla
se queda, y en su respiro
la lágrima es una perla
y el aliento es un suspiro?
Cuando hasta el aire es unción
que el espíritu adormece,
y hasta el respirar parece
como una profanación.
¿Lo que funda la oración
al sentir de las saetas,
las almas mudas y quietas
para mejor comprensión?
Sentimiento religioso
que íntimo se regocija.
Es cuanto más generoso
si mas hondo se cobija.
¿Lo que diera en su fervor
la sangre de buena gana
por restañar la que mana
del Costado Redentor?
Flores rojas de pasión,
rosarios de pensamiento,
que a la mas alta mansión
elevan los sentimientos.
Y así a paso de penitencia,
por el Divino invocadas,
surgen sendas llamaradas
que iluminan la conciencia.
Por son, y estas no fingen,
luces del alma serena
brillando como azucenas
sobre el manto de la Virgen.
¿La Zamora legendaria?
¿La que no pierde el trapío
dándole una novia al río
que se llama Candelaria?
La primera en recibirte
como pura bendición,
y la primera en abrirle
las puertas del corazón.
La que se duerme al arrullo
de las aguas placenteras
que forman grato murmullo
cuando saltan risoteras (sic).
La ola, con alga verde
y catarata de espuma,
que a pocos pasos se esfuma
como ilusión que se pierde.
La que en su cristal se mira
del sauce viejo a través,
mientras le lame los pies
la corriente agradecida.
La que estudia la verdad
en la entrada del coloso
que se anuncia a la ciudad
por su brío portentoso.
¡Zamora! ¡Pueblo ideal!
¡Pueblo que reza y trabaja!
¡Contra tu virtud se raja
el espíritu del mal!
Y por eso otras ciudades
te toman como modelo,
ya que por tus cualidades
estás mas cerca del cielo.
Si para mi eres hermosa
defiendo tu señorío.
Por los tres puentes del río
veo que eres hacendosa.
¿La que tiene fundiciones
y fábrica de tejidos,
saltos, comunicaciones,
y trabaja los curtidos?
Mas una mina naciente
que a su industria dará cima,
con una materia prima
que la hará mas floreciente.
Desde la estación se ve
el gran centro Laboral (sic)
y tiene en la Catedral (sic)
el pináculo de fe.
¿La que anda, la brega?
¿La que no tiene sosiego
por enriquecer la vega
con los canales de riego?
Zamora, no te des lustre
con olvido en la memoria
de tantos hombres ilustres
para orgullo de tu historia.
No pierdas tu la semilla
de hombre que por ti lucharon,
de aquellos que te impulsaron
desde Requejo a Pinilla.
Si ellos honran tu memoria
con la mejor intención,
ábrele en tu corazón
un trono para la gloria.
La que en si misma florece
sin temores ni zozobras,
pues el que se honra en sus obras
así mismo se merece.
No necesita consejo
a golpes de corazón.
Ella se marca un guión
entre lo nuevo y lo viejo.
Y en su modernismo hallas,
con los reflejos mas fieles,
las piedras de las murallas
convertidas en claveles.
Por la señal de la Cruz
diré a los que no creeis
que es estrella toda luz
y vosotros no la veis.
Para verla hay que sentirla,
para sentirla hay que amarla;
la acción seas para honrarla,
la voz para bendecirla.
Solo la razón la asiste,
sus rutas son imperiales;
ni de exótico se viste,
ni pacta con desleales.
Y sus ildeales traza
con sentido de unidad.
Su orgullo es el de raza,
su divisa: lealtad.
Sabed que me causa pena
que la juzguéis con desdoro.
A esta Zamora tan buena
que para mi es un tesoro.
Señores, así es Zamora.
Y así la ve en su fervor
este humilde servidor
que la siente y que la añora.
(*) Faustino Parriego, Santa Clara de Avedillo, 1957
(1) Título nuestro
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