Del carrizal a los chopos,
oscuras y semiazules,
van condensando las nubes
sus vapores acuosos.
Sube la densa neblina
desde la vega a las peñas
y ahumando por Fuentedueñas
se convierte en agua fina.
Y en una densa cortina
envuelve con rumor sordo
desde el alto Montegordo
al pinar de la Martina.
Si por la cuesta del coto
la nube de primavera
pega el trueno en la Melera
tiembla el álamo del Soto.
Truena y, pronto los pastores,
se suben a la calzada
con ovejas y cabriada, (sic)
con sus perros careadores.
Apresuran la bajada
dejando arbustos y breñas
por si el arroyo de Dueñas
les corta la retirada.
Se desata el aguacero
y el afluente La Hoga
furioso se desahoga
hacia la madre del Duero.
Agua de las torrenteras
resbala en los pastizales
y forma los chapotales (sic)
por los llanos y riberas.
Se inindaron los breñales,
y las matas de romero,
y el conejillo campero,
que se quedó en los pinares,
como una flecha certera,
por entre los matorrales,
escapa hacia los vivares
del Cuadrazal o el Otero.
Bien vengas la lluvia muerta
que se cierne en remolinos
al páramo de Bufino
y al hoyo de la Retuerta.
Si provoca el alubión
erosiona el labrantío
y se convierte en un río
que causa la inundación
de sembrados y praderas
pues como no hay prevención
cunetas y arroyos son
auténticas escombreras.
El labrador en su cuenta
cuando el exceso le cansa
quiere mejor agua mansa
que aguacero de tormenta.
(*) Faustino Parriego: Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1970
oscuras y semiazules,
van condensando las nubes
sus vapores acuosos.
Sube la densa neblina
desde la vega a las peñas
y ahumando por Fuentedueñas
se convierte en agua fina.
Y en una densa cortina
envuelve con rumor sordo
desde el alto Montegordo
al pinar de la Martina.
Si por la cuesta del coto
la nube de primavera
pega el trueno en la Melera
tiembla el álamo del Soto.
Truena y, pronto los pastores,
se suben a la calzada
con ovejas y cabriada, (sic)
con sus perros careadores.
Apresuran la bajada
dejando arbustos y breñas
por si el arroyo de Dueñas
les corta la retirada.
Se desata el aguacero
y el afluente La Hoga
furioso se desahoga
hacia la madre del Duero.
Agua de las torrenteras
resbala en los pastizales
y forma los chapotales (sic)
por los llanos y riberas.
Se inindaron los breñales,
y las matas de romero,
y el conejillo campero,
que se quedó en los pinares,
como una flecha certera,
por entre los matorrales,
escapa hacia los vivares
del Cuadrazal o el Otero.
Bien vengas la lluvia muerta
que se cierne en remolinos
al páramo de Bufino
y al hoyo de la Retuerta.
Si provoca el alubión
erosiona el labrantío
y se convierte en un río
que causa la inundación
de sembrados y praderas
pues como no hay prevención
cunetas y arroyos son
auténticas escombreras.
El labrador en su cuenta
cuando el exceso le cansa
quiere mejor agua mansa
que aguacero de tormenta.
(*) Faustino Parriego: Santa Clara de Avedillo (Zamora), 1970
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